Se viaja no para buscar el destino sino para huir de donde se parte.
- Miguel de Unamuno.
¿A quién no le gusta viajar? ¿Quién no disfruta de conocer lugares nuevos y exóticos, recrearse con nuevas fragancias y sabores y hacerse, en definitiva, con experiencias y sentimientos hasta ese momento desconocidos? Supongo que este bosquejo no dejará a nadie indiferente... sobre todo si se hace en primera clase. Miguel de Unamuno (1864-1936) , sin embargo, no es tan inocente al hacer esta sentencia. Ha de decirse que este enrevesado señor, antiguo rector de la universidad de Salamanca y también por aquel entonces catedrático de griego, nos presenta aquí un dilema: ¿verdaderemente, todo viaje que hacemos consiste solamente en una huída de la realidad? Detrás de todo esto hay un tema muy antiguo, conocido como el del homo viator, el hombre que viaja hasta llegar a su destino. Ya que los griegos eran tan queridos por D. Miguel, pongamos por ejemplo aquel libro que todos conocen y menos han leído: La Odisea, la célebre obra en la que el héroe Ulises (u Odiseo) sigue un tortuoso camino para volver, después de la guerra de Troya, a su querida tierra Ítaca. Mucho se ha dicho sobre la imagen del camino que hay que recorrer durante la vida. Unas veces se trata de verdaderos espacios, como en el caso de Ulises. En otras, el único recorrido es aquel que se hace en la vida y en la mente. En esta categoría entran las novelas de aprendizaje en las que el héroe poco a poco se va desarrollando a través de distintas pruebas (vease El Aprendizaje de Wilhelm Meister ). A veces, también podemos encontrarnos un trayecto que engloba tanto lo espacial y físico como lo intelectual y moral. Mi ejemplo favorito en este caso es el El Hobbit de Tolkien (1892-1973), aunque creo que para este caso viene más a cuento el otro título que tiene y que intencionalmente dejo en inglés: There and back again. Y es que para los antiguos, incluídos los griegos, esto era el viaje: un ir, para volver de nuevo al hogar querido. En el trayecto podrán haber pasado cosas muy buenas, o malas. Se podrán haber hecho excelentes amigos o haber encontrado increíbles tesoros. Muchas veces el mismo viaje te mostraba cual era el lugar a dónde se pertenecía, aunque no se viniese originalmente de ahí. Sin embargo, el desenlace siempre era el mismo: encontrar o volver a aquel lugar querido donde se pertenece. Ha de decirse, llegado a este punto, que para los griegos el peor castigo era el desarraigo, el eterno vagar sin sitio ni refugio. No obstante, Unamuno, un hombre muy atormentado intelectualmente y a su vez muy hijo de los tiempos modernos, hace eco tal vez sin saberlo, de aquello que dijo Kavafis (1863-1933) recordando la historia de Ulises:
Traducción: Kavafis, con su poema Ítaca, que aconsejo leer por completo, viene a reflejar una idea muy de los tiempos modernos: ya no existe aquello del Home sweet home. Esta idea, cultivada por autores como Joseph Conrad, Sebald, Beckett e Ishiguro entre muchos otros viene a decir esto: se ha perdido el concepto del hogar querido y subiste en cambio un eterno deambular sin retorno. El hombre se encuentra solo y errante en el mundo. No hay Ítaca dónde llegar. Es así, en un ambiente en el que no existe sitio fijo, donde solamente queda el viajar de un lugar insoportable a otro. Y es aquí dónde llega D. Miguel: el eterno exilio que consiste en un continuo huir. Desentrañar la complicada maraña filosófica y vital detrás de esto excede mis intenciones (tal vez en otro lugar y en otro momento). Me gustaría quedarme, no obstante, con esta nueva perspectiva que la modernidad ha traído, y recordar aquella otra mencionada anteriormente por There and back again. Aquella en la que el viaje tiene un fin con una promesa de eterno retorno a aquello que más amamos y que podemos llamar hogar. Tolkien también era un hombre de los tiempos modernos, salvo que era más fiel a la tradición griega, que bien vista incluye muchas otras culturas. Tanto él, como muchos otros, mostraron su fe en el fin del camino, en la visión del viaje como una preparación para aquello a lo que se aspira. Seguir un camino sin llevar destino alguno a cualquiera le parecería una tontería. No solo a lo griegos. Lástima que Unamuno, catedrático y todo, no haya aprendido más de ellos. Después de todo, si verdaderamente se econtrara aquello para lo que estamos destinados, aquello que podemos llamar hogar, tal vez ya no sería necesario huír. Tal vez todo sea cuestión de buscar con más fuerza, de aventurarse en nuevos caminos, de mirar en las vías secretas del alma de cada uno. Ya dependerá de cada quien tomarse en serio o no el viaje. En mi caso, sin embargo, prefiero un billete de ida y vuelta.
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